Fin de hibernación
Qué es la noche, que los párpados
caigan, que el sueño se imponga
y me sumerja en la pérdida
total de la conciencia. No vas
a ser nadie porque no sé
qué no soy.
¿Ojos de mil ojos, pupilas
de mil pupilas? Sí, los cierro
y no sé si muevo un ala
o el brazo o si abro
la boca o las maxilas.
Allí duele el tagma torácico,
allí se despliegan el protórax,
mesotórax, metatórax.
¿Dónde estoy? Acá en la cama
extiendo los brazos y son alas
que de a poco se despliegan
más allá de mis patas.
Me golpeo contra las paredes
boca arriba y casi sin respirar
siento cada zona
de mi cuerpo como si ya
fuera de otra.
Y hay algo que horada
el mesotórax algo
que empuja y presiona
no saca el aire pero
al final me perfora
sin sangre de por medio.
Durante la noche giro mi torso,
exoesqueleto mediante,
justo hacia la izquierda.
Es la cadera que vibra y duele.
Zurzo así cada articulación íntima.