Estamos solos en la plaza sin nada que hacer,
hay que inventar algo y empezamos a patear una pelota.
La espalda duele, los muslos también y ellos corren;
tienen trece, dieciséis y juegan con su padre.
hay que inventar algo y empezamos a patear una pelota.
La espalda duele, los muslos también y ellos corren;
tienen trece, dieciséis y juegan con su padre.
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Recurro a un ayuda memoria, cómo habrá sido mi padre
cuando yo tenía la edad de ellos. Busco los gestos,
alguna palabra, ¿la respiración apurada? Es el vacío,
escribir desde la nada.
cuando yo tenía la edad de ellos. Busco los gestos,
alguna palabra, ¿la respiración apurada? Es el vacío,
escribir desde la nada.
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Manejo. Me agarro al volante, estiro el brazo como un ciego,
palpo uno de sus muslos. Es la única manera de saber
que están a mi lado y seguimos vivos mientras la ciudad
sigue su curso y la velocidad nos atraviesa.
palpo uno de sus muslos. Es la única manera de saber
que están a mi lado y seguimos vivos mientras la ciudad
sigue su curso y la velocidad nos atraviesa.
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Su voz se oye gruesa y nítida a través del tubo de teléfono.
Habla con la confianza de un niño que todavía se comunica
con su padre. Es como si dijera aquí estoy papá mientras yo
estoy atento y lo escucho.
Habla con la confianza de un niño que todavía se comunica
con su padre. Es como si dijera aquí estoy papá mientras yo
estoy atento y lo escucho.
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Me detengo en esa foto de hace una década, están
sentados en la cima de una pirámide maya. Uno
mira pícaro a un costado, el otro toma por el hombro
a su hermano. Los dos aguantan la risa que explota
en carcajadas y que avizora el futuro. Parece tan lejana
esa imagen abrumadora y bella, ¡cómo quisiera ser
dueño de ese momento y guardarlo entre mis brazos!
sentados en la cima de una pirámide maya. Uno
mira pícaro a un costado, el otro toma por el hombro
a su hermano. Los dos aguantan la risa que explota
en carcajadas y que avizora el futuro. Parece tan lejana
esa imagen abrumadora y bella, ¡cómo quisiera ser
dueño de ese momento y guardarlo entre mis brazos!
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Treinta años más tarde escucho por primera vez London
Calling de los Clash. Él me enseña mientras oímos juntos
y hay algo que ya perdí y gané. A sus dieciseis años conozco
lo que a mis dieciocho no supe conocer.
Calling de los Clash. Él me enseña mientras oímos juntos
y hay algo que ya perdí y gané. A sus dieciseis años conozco
lo que a mis dieciocho no supe conocer.
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Hace más de dos años que estudia armónica y nunca
lo escuché tocar. Cuántos enigmas guarda el misterio
de su silencio, la pérdida de no ver sus gestos mientras
toma el instrumento, lo apoya levemente en sus labios
y sopla.
lo escuché tocar. Cuántos enigmas guarda el misterio
de su silencio, la pérdida de no ver sus gestos mientras
toma el instrumento, lo apoya levemente en sus labios
y sopla.
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A Vera
¿Tendremos que agradecerle a Morrisey?
Su voz del grave al falsete invade la casa día
tras día mientras su adolescencia solitaria,
sus gustos de cine, de literatura, de música
son una auténtica educación sentimental.
¿Tendremos que agradecerle a Morrisey?
Su voz del grave al falsete invade la casa día
tras día mientras su adolescencia solitaria,
sus gustos de cine, de literatura, de música
son una auténtica educación sentimental.
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De la mano del más grande me muevo de un lugar
a otro. Por los ojos del más chico aún miro este mundo.
a otro. Por los ojos del más chico aún miro este mundo.
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Son esos momentos de gracia. Es medianoche y apretados
los tres en el asiento trasero de un taxi vamos de una punta
a otra de la ciudad. Ellos hablan de fútbol, de jugadores,
de estadísticas y campeonatos ganados por la azul y oro.
La felicidad me atraviesa no sé por qué mientras dormito
y mi cabeza cae y se levanta sin cesar.
los tres en el asiento trasero de un taxi vamos de una punta
a otra de la ciudad. Ellos hablan de fútbol, de jugadores,
de estadísticas y campeonatos ganados por la azul y oro.
La felicidad me atraviesa no sé por qué mientras dormito
y mi cabeza cae y se levanta sin cesar.