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La aspereza de este mundo
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Emotividad y resistencia al sentido poético
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La escuela debe ser un problema

La aspereza de este mundo

2003

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Diario Clarín, Suplemento Cultura y nación, Buenos Aires.

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La aspereza de este mundo


Hay algo de inocencia perdida desde los comienzos en la escritura de Paula Jiménez. En "Ser feliz en Baltimore" esa felicidad acababa de pasar. Asistíamos de este modo a los ecos de una derrota en un lugar lejano, lejano de nuestra geografía —donde muere Edgar Allan Poe, padre del cuento moderno—, lejano de nuestra experiencia, donde nace el sujeto de su poética y del pecado; pero intensamente cercano en lo inmediato de nuestra lectura. Quizá por ello, "Pecado original", último poema de "Ser feliz..." es una bienvenida al infierno adulto , "la tentación es irresistible", y un puente hacia sus otros dos libros "Historia de ese árbol" y "La mala vida". Así, en el primero se visita la infancia ("el recuerdo es difuso como las sombras que envuelven las paredes") como un paisaje inmóvil donde el sujeto crece, muy a su pesar, en su dominio del espacio de los grandes mientras crece también su percepción divergente de ese universo.

"La mala vida", en cambio, describe una geografía nocturna; hombres y mujeres frágiles y, muchas veces, retraídos. Por sus silencios, sus miradas, sus gemidos, sus caricias, sus experiencias o sus pequeñas voces, accedemos a otras visiones y otros conocimientos; formas de contacto secas y esquivas, aparentemente desafectadas pero profundamente buenas y conmovedoras. De esta manera, si lo áspero estaba antes en la forma de mirar el mundo, ahora esa aspereza pasó a ser parte de él. Gracias a "La mala vida" poseemos un mapa, en el cual descubrimos pasajes y callejones, de una ciudad oculta donde cada descanso ofrece un poema. Nos podemos encontrar, entonces, con un hombre solitario en el fondo de su casa del barrio de Villa Urquiza, rodeado de perros labradores, que interpreta a los humanos desde su pasión canina. Con perros como pares, acariciando sus ásperos lomos, ese hombre nos enseña con entrañable generosidad su visión del cosmos ("vos te burlás, yo quiero saber del más allá") en un mundo donde ya nada es lo que fue ni lo que parece ser.

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